
“Veinte poemas de amor y una
canción desesperada” es, sin duda, uno de los libros de poesía más leídos, recomendados,
vendidos, compartidos y amados de la historia de la literatura. El texto vio la
luz en 1924 y la gran acogida que tuvo, y sigue teniendo en nuestros días,
supuso para su autor, un jovencísimo Pablo Neruda que aún no había cumplido los
veinte años, el reconocimiento inmediato por parte de los lectores de su
talento lírico.
Desde su publicación, estos versos
de Neruda han sido adoptados por amantes de todas las épocas y condiciones
sociales para expresar sus anhelos y sus melancolías amorosas. Este hecho, me
indujo a pensar en su momento en las motivaciones que tendría el poeta cuando
acometió la redacción de su famoso poemario. ¿Estaban sus versos dirigidos a
alguien en concreto, o las “amadas” que en ellos aparecían eran seres intangibles e
inexistentes?
Los estudiosos de la obra del
poeta chileno hace tiempo que concluyeron que durante el período de redacción
del libro, la atención de Neruda estaba distraída al menos por dos mujeres.
Posteriormente, en 1954 el propio poeta lo confirmaría añadiendo que existió una
tercera a la que estaba dedicado el poema número diecinueve del libro. Las musas en cuestión fueron las siguientes: Teresa
León, Albertina Rosa Azócar y María Parodi.
En este breve artículo me
centraré en una de esas mujeres, Albertina, y en uno de los poemas del “Veinte poemas de
amor….” escrito por el poeta chileno bajo su inspiración e influencia.
15
"Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mo voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto."
¿Cómo recibió Albertina este poema?