
Cervantes describe cómo don Quijote convence a Sancho Panza para que le acompañe y sirva como escudero de esta forma:
“Decíale entre otras cosas don Quijote que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder aventura que ganase, en quítame allá esas pajas, alguna ínsula, y le dejase a él por gobernador della.” Cap.VII, 1ªparte.
La promesa de la ínsula ilusiona de tal manera al bueno de Sancho, que cuando poco después, caballero y escudero, abandonan la aldea en pos de aventuras, Cervantes escribe,
“Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido.” Cap.VII, 1ªparte.
Durante la novela, en muchas ocasiones, Sancho le recordará a su amo la cuestión de la ínsula. En una de estas, don Quijote le contesta muy resuelto,
“- Ya te he dicho, Sancho, que no te dé eso cuidado alguno, que, cuando faltare ínsula, ahí está el reino de Dinamarca, o el de Sobradisa, que te vendrán como anillo al dedo, y más que, por ser en tierra firme, te debes más alegrar.” Cap.XX, 1ªparte.
Y en otra,
“- Las mercedes y beneficios que yo os he prometido llegarán a su tiempo; y si no llegaren, el salario a lo menos no se ha de perder, como ya os he dicho.
- Está bien cuanto vuestra merced dice – dijo Sancho -, pero querría yo saber, por si acaso no llegase el tiempo de las mercedes y fuese necesario acudir al de los salarios, cuánto ganaba un escudero de un caballero andante en aquellos tiempos, y si se concertaban por meses, o por días, como peones de albañir.”
Otra de las constantes de la novela son las somantas de palos que ora uno, ora el otro, cuando no simultáneamente, se llevan don Quijote y Sancho. Desde muy pronto, ya en el suceso de los gigantes y los molinos, cada uno expone su visión sobre el tema de acabar las aventuras con los huesos molidos.
“- Así es la verdad – respondió don Quijote -, y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella.
- Si eso es así, no tengo yo que replicar – respondió Sancho -; pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De mí sé decir que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.” Cap.VIII, 1ªparte.
Durante una de las muchas noches que caballero y escudero, por contingencias de la vida caballeresca, se ven obligados a pasar a la intemperie, Sancho se arrima temeroso a su señor. Siendo el escudero de natural miedoso, en aquella ocasión al oírse en la noche unos ruidos tenebrosos y constantes, sus terrores se acrecientan. Estando en esas circunstancias, el escudero empieza a sufrir retortijones en el estómago hasta que cuando ya no puede aguantar más, decide bajarse los pantalones discretamente para hacer sus necesidades confiando en que su señor no se diera cuenta,
“Mas como don Quijote tenía el sentido del olfato tan vivo como el de los oídos y Sancho estaba tan junto y cosido con él, que casi por línea recta subían los vapores hacia arriba, no se pudo escusar de que algunos no llegasen a sus narices; y apenas hubieron llegado, cuando él fue al socorro, apretándolas entre los dos dedos, y con tono algo gangoso dijo:
- Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo.
- Sí tengo – respondió Sancho -, mas ¿en qué lo echa de ver vuestra merced ahora más que nunca?
- En que ahora más que nunca hueles, y no a ámbar – respondió don Quijote.
- Bien podrá ser – dijo Sancho -, mas yo no tengo la culpa, sino vuestra merced, que me trae a deshoras y por estos no acostumbrados pasos.” Cap.X, 1ªparte.
Jajajaja
ResponderEliminarQue bueno Toto!!!
Gracias por aquella tarde de octubre en la que nos contamos nuestras particulares " quijo..."
Tu kiosko me encanta...
me caes mal hijo
ResponderEliminarMeteme la pija
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